Empresarios, política y sociedad en América Latina: el caso de México

AutorCarlos Alba Vega
CargoProfesor-Investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México (Cidade do México).
Páginas13-67

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Carlos Alba Vega

Introducción

Los empresarios de América Latina experimentaron profundas transformaciones como actores económicos y políticos a lo largo del siglo veinte y hasta ahora. Cada época y coyuntura histórica regional, nacional e internacional influyeron en sus empresas y sus conductas. Podría afirmarse que existen ciertos rasgos comunes básicos a todos ellos, pero también profundas diferencias derivadas de factores históricos, demográficos, geoeconómicos y políticos. El

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modelo primario exportador permitió la emergencia de varios de ellos en algunos sectores de actividad: productores y exportadores de carne, trigo, oleaginosas y lana en Argentina; empresarios del estaño en Bolivia, productores y exportadores de café y azúcar en Brasil, actores ligados a empresas mineras del cobre en Chile; cafetaleros en Colombia, cultivadores de azúcar y tabaco en Cuba; mineros y productores de carne, henequén y algodón en México.

La gran recesión mundial de 1929 dio término a este modo de desarrollo y se inició una nueva época nacionalista de “desarrollo hacia adentro” en la que el Estado se convirtió en un agente de desarrollo, y aunque facilitó la emergencia y expansión de los empresarios en diversas actividades, en la medida que el modelo se fue agotando por contradicciones internas y por su fuerte dependencia de las importaciones de bienes intermedios y de capital y el Estado intervino en forma creciente en la economía, aparecieron discrepancias profundas entre ambos actores, al grado que en muchos países los empresarios se aliaron con fuerzas políticas y militares a favor de un cambio. Sin embargo también participaron en ciertos momentos y contextos por la apertura democrática.

Las relaciones entre los empresarios y el Estado en los distintos países de América Latina manifiestan puntos de convergencia y divergencia, dependiendo de múltiples factores. El caso de las relaciones de los empresarios y el Estado en México en general, y de su participación política en particular es sui generis por varias razones: es el país latinoamericano más afectado por la actual crisis económica; es el único que hace frontera, con cerca de 3700 kilómetros, con Estados Unidos, el país más poderoso del mundo; el Estado mexicano emergió de una revolución social y política (1910) de gran envergadura. Todo eso ha engendrado un empresariado con características particulares, aunque también con elementos comunes a otros empresarios latinoamericanos.

En este trabajo nos proponemos examinar en una perspectiva de largo plazo algunas de las singularidades de estos hombres de negocios. Las preguntas que guían nuestro análisis son las siguientes: ¿Qué características tienen los empresarios por enmarcarse en un sistema político que surge de una revolución social? ¿Qué importancia tiene el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios en

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las relaciones entre los empresarios y el estado? ¿Cómo participan los empresarios en la transición política? ¿Cuáles fueron las conductas de los empresarios en las últimas elecciones presidenciales de 2006? ¿Cómo ha afectado la crisis económica a las empresas y los empresarios en México, y a la sociedad en su conjunto?

Para responder a estas preguntas el trabajo está dividido en cinco partes. En la primera ofreceremos una visión de largo plazo sobre la presencia y el poder de los empresarios en el contexto de los gobiernos post revolucionarios. La segunda aborda al Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN) para mostrar la importancia que ha tenido en México en ciertos momentos cruciales. En la tercera observaremos la participación de los empresarios en la transición democrática. En la cuarta analizaremos las conductas de los empresarios en las elecciones presidenciales de 2006. En quinta y última examinaremos algunos impactos que la presente crisis mundial tiene en la economía, la sociedad y las distintas regiones de México.

1. Los empresarios después de la Revolución Mexicana

El inicio y fin siglo XX marcaron un ciclo completo en el papel que desempeñaron los empresarios. Lo iniciaron a la defensiva a causa de la Revolución, la que tuvo adeptos y detractores entre ellos (Herrera Collado, 1996). Una parte de los empresarios, sobre todo los hacendados norteños (con la excepción de los del estado de Chihuahua) participó en la Revolución para pugnar por un cambio político (WASSERMANN, 1988; KATZ, 1998). Otra parte, en cambio, se aferraba al antiguo régimen, brindó su solidaridad a Victoriano Huerta (1913-1914) y cuando éste fue derrotado, se vio forzada a exiliarse en los Estados Unidos.

Venustiano Carranza (ago.1914 – nov.1914; 1915-1917; 1917-1920) derrotó militar y políticamente a los ejércitos populares de Francisco Villa y Emiliano Zapata, pero se vio obligado a incorporar en la Constitución de 1917 varias de sus banderas sociales y políticas que en esa época aparecían como muy radicales, en especial el artículo 27 sobre la reforma agraria y las limitaciones a la propiedad privada, y el artículo 123 sobre los derechos laborales.

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El régimen emanado de la Revolución se forjó una imagen ambivalente de los empresarios. Por una parte, los empresarios representaban a la sociedad moderna a la que aspiraban. Por la otra, su propia acción en los espacios agrícolas más modernizados había destruido antiguos derechos agrarios en unas zonas, mientras que en otras los empresarios crecían a expensas de las condiciones de los trabajadores textileros o mineros.

En la cultura europea, ya que no en la estadounidense, el desprecio y hasta el odio a la burguesía como pasión movilizadora había recorrido el siglo XIX para llegar a su apogeo en el siglo XX. Bolchevismo y fascismo coincidieron en identificarla como un enemigo a vencer. En México, casi carente de este sector, a partir de la Revolución solo su fracción más visible fue puesta en cuestión, y más tarde, durante la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940) en los años treinta, sería debilitada y destruida: los hacendados (ALBA VEGA, 2001).

La Revolución Mexicana ubicó al empresariado más cerca de la Revolución Francesa, que le abrió las puertas para que entrara en sociedad con derecho propio, aunque desde entonces recibiera las mayores críticas de derecha y de izquierda, que de la Revolución Soviética, la cual le negó todo derecho a existir.

Los empresarios mexicanos permanecieron por mucho tiempo alejados de la acción política directa. De un lado, según muchos de ellos, la política era algo sucio en donde no había que meterse. Del otro, en el proceso de formación del nuevo Estado, muy pocos empresarios ingresarían a la clase política, como había ocurrido durante el siglo XIX, cuando era frecuente que los gobernadores fueran hombres de negocios de diversos tipos: de Santiago Vidaurri en Nuevo León (CERUTTI, 1983 y 2000), a José Palomar en Jalisco (Alba Vega, 2003) o Luis Terrazas en Chihuahua (WASSERMANN, 1988; KATZ, 1998). Después de la Revolución, más frecuente era que a partir del Estado se convirtieran en prósperos empresarios. (HERRERA COLLADO, 1996; KAUFMAN PURCELL, 1975; LABASTIDA, 1972, 1986; CAMP, 1989), algunos ejemplos de ellos son los casos de Aarón Sáenz y los de los presidentes de México: Abelardo L. Rodríguez (1932-1934) y Miguel Alemán Valdés (1946-1952), así como el de la familia del presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928).

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Aunque a principios del siglo XX eran una clase social débil, el nuevo gobierno constitucionalista de Carranza los necesitaba y los buscó a través de Pani, el ministro del trabajo, para proponerles que se organizaran. Así nacieron, en gran parte por iniciativa del Estado, las dos confederaciones que perviven hasta la fecha: la de comerciantes, la CONCANACO (1917), y la de industriales, la CONCAMIN (1918) (ARRIOLA, 1988; TIRADO, 2006).

Las confederaciones fueron útiles en muchos sentidos para ambas partes, pero los empresarios no siempre las perciben como plenamente suyas. Diez años después de creadas, los industriales de Monterrey, los empresarios más consolidados del país desde antes de la Revolución, crearon otra organización con características distintas: la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex, 1929), constituida en sindicato patronal organizado como fuerza autónoma, independiente del Estado, donde a partir de entonces se escucha la voz propia de los empresarios (REYES PONCE, 1979). Surge para hacer frente al ímpetu del Estado social de los años veinte y a su injerencia en la economía, el cual se expresó en el debate sobre la iniciativa gubernamental de modificar el Código Federal del Trabajo, que en 1931 daría lugar a la Ley Federal del Trabajo. Al paso del tiempo, la Coparmex mostraría su papel crucial como red conscientizadora, instigadora y orientadora del descontento de los empresarios. Desde esta institución los empresarios pasaron de meros actores económicos a sujetos políticos (TIRADO, 1984; BUENDÍA LAREDO, 1989).

Desde la Revolución los empresarios no habían tenido una verdadera confrontación con el Estado hasta que el General Cárdenas ocupó la presidencia (1934-1940). Con la aplicación intensa de la Reforma Agraria vieron amenazado el principio de la propiedad privada, que en muchos casos tocó sus propios intereses, los de sus familiares o amigos. Además, la nueva Ley de Expropiación de 1936 confería al Estado mayor capacidad de intervención en la economía (JUÁREZ, 1982 y 1983). Aparte, el apoyo que el gobierno cardenista brindó a las reivindicaciones obreras, con las crecientes demandas y huelgas de los trabajadores, avivó la tensión. Asimismo, como a otros sectores...

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